martes, 28 de julio de 2009

Los Francesitos

Voy a empezar por lo bueno, no solo porque es verdad, sino porque me quiero sacar de encima esto para dedicarme a lo importante. Digo esto porque, a pesar de que Los Francesitos tiene un muy buen chivito y el lugar tiene su encanto, no volvería ni en pedo, justamente porque de pedos se trata esta historia.

Entonces, el chivito es muy bueno. Material de primera, armado muy prolijamente, es un chivito prolijo, de manual, una apuesta segura. Obviamente, le falta mucho para rankear en lo que la chivitesca opulencia se refiere, y creo que la calidad de los materiales solamente no alcanzan para categorizarlo como gourmet.

Es un chivito bueno pero medio aburrido, y un tanto caro. Pero bueno al fin.

El lugar habla por si mismo. Familiar (atendido por dueños, hijas de dueños, y nietas de dueños), mucha madera, luz baja, y algunos reflejos en la abundancia de vidrios en forma de vasos y botellas que hacen el mostrador. Limpio y con personalidad (aunque sin carisma), descuidado en algunos detalles (el menú gastado, por ejemplo).

Donde perdió puntos es en la atención. Fuimos con El Note a degustar en el lugar y llevar a casa para el camino de vuelta. Nos sentamos y pedimos la cerveza de rigor, unas fritas y dos chivitos (el completo para el y el hinchapelotas para mi). Nos trajeron la birra y un toque después las papas (qué estaban tan buenas como escasas), y ahí quedó. Terminamos la cerveza, las papas, y conversamos largos 45 minutos, esperando un chivito para el cual supusimos que tuvieron que ir a faenar la vaca. Como es habitual que en los restaurants que te cuidan te hacen esperar no nos quejamos demasiado, pero la cosa se pudrió cuando la dueña del lugar empezó a tirar insinuasiones onda "no les parece mucho tiempo estar sentados para una cerveza y unas papas?".

Ahí entendimos que de los chivitos se habían olvidado completamente. Reclamo y disculpas de por medio (pero - Dios nos libre y guarde - ni un ofrecimiento de compensación por la maleducada espera) nos trajeron los chivos, que ya describí.

Ahí El Note, en su rol de liason con la gente del lugar, entabla charla con los dueños, quienes nos aseguran que tomar cerveza es peor que tomar whisky porque, como uno toma más líquido, termina tomando más alcohol. Y ahí mismo nos espeta "por eso nosotros tomamos whisky. nos abrimos una botella al mediodía, y la terminamos al cerrar" mientras sacude la botella casi vacía (porque, como El Note y yo demoramos 45 minutos en recibir nuestros chivitos, el lugar ya estaba cerrando). Y sigue "y al final, tomamos menos que ustedes, porque esta botella tiene tres cuartos litros, y ustedes se tomaron un litro". Para el que no siguió la conversación hasta acá aclaro: tres cuartos litros de whisky que tomaron ellos contra un litro de cerveza que tomamos nosotros. Obvio que después de esta lección de cultura alcohólica entendimos cómo, en un restaurant donde nosotros éramos la única mesa ocupada, la moza-dueña consigue olvidarse el pedido en lo que le toma recorrer los tres metros que separaban nuestra mesa de la cocina.

Igual vuelvo a aclarar que comimos bien. Pero de pedo...

1 comentario:

Rulo dijo...

Muy buena historia!, bien contada y mejor rematada, gracias x la data.