jueves, 20 de mayo de 2010

Arocena es así, no le importa el quedirán


Rico el chivito. Abierto 24 horas. Lejos, pero un lejos con onda más cheta que plancha. El bar Arocena, allá por Carrasco, es miembro aprobado de esta experiencia degustativa devenida en recorrido cuasi-ógico.


El Arocena es un lugar bien plantado. Y que hace honor a su nombre de Bar. Porque el Bar Arocena, no nos olvidemos, chivitería no es. Bar de borrachos, sí. Así está planteado, y así se aseguran que sea sus habitués y camaradas mozos. Porque donde los primeros - seis de ellos distribuídos en dos mesas, que hacían terna con la nuestra - se encargaban con empeño de una branca botella en una (para mi sorpresa, porque en Montevideo sabemos de Branco, que es un río, pero no mucho de Branca , que es un oscuro fernet - y de unas reglamentarias medidas en otra; y los segundos (o sea los mozos, para los que perdieron el hilo de esta frase) fraternizaban y hasta aventuraban un chorro del guiski en la nuca de alguno. 

Los habitués


Arocenta tiene actitud, o más bien caracter medio podrido. "No me rompas" es casi el lema del lugar. Pedimos chivitos, dos comovienen y un hinchabolas. Hasta aquí todo bien. Preguntamos por fritas. "No te conviene" fue la respuesta del que acababa de tirar guiski en la nuca de alguno, se dió vuelta y se fue, dejándome con la duda de la substancia de esa conveniencia. Igual, pensándolo un segundo más, es la única respuesta que guarda coherencia con un lugar que - repetimos - escabia más que alimenta.

El mozo buena onda,
haciendo la cuenta
 en una servilleta
 (que ni siquiera nos trajo)



Los chivitos impecables, de esos bien de oficio y buena materia prima. "Si no hay lomo no hay chivito" se sabe que se dice por ahí. El resto es todo bueno. No es de los voluptuosos, sino de los prolijos. Y en esa categoría, si bien el Arocena se planta bien, queda rengo frente al Americano (dícese del chivito del American Bar). La carne, por ejemplo, se notaba lomo, pero también se notaba que no era del mejor. Bien limpito y sin sorpresas, pero se han conocido más tiernos.

 


El Arocena se gana su lugar, hay que decirlo, no solo por el producto, sino más bien por la situación de consumo. Sus fieles lo llaman de Salvador, porque admite rejuntes y rebotes a altas horas de la madrugada, en su calidad de abierto 24 horas. Un lugar donde no se hacen preguntas, y se sirve rápido y bien. 

Para ir en invierno me parece que está complicado, porque las mesitas afuera pueden no resultar del todo simpáticas, y las de adentro, que se yo. 


   
De postre alguien pidió un yo-yo, y le trajeron Agua Helada. Hubo que mandar de vuelta porque a veces somos medio obsesivos con la comida aplastada y desprolija, pero el segundo vino bien, y sin escupitajos o maldades en represalia. Así que otro alguien pidió otro, porque había angurria, y hasta le trajeron uno sanito.


Pagamos poco. Nos fuimos contentos. Volveremos.


lunes, 25 de enero de 2010

Saliendo de Colonia, chivito a mano izquierda...

"Un chivito en Colonia es el tema inaugural de la peregrinación anual de las Fiestas del Verano. Se comienza por cambiar pesos por pesos en la boca del puerto en respeto a la soberanía monetaria, pedir indicaciones a los nativos sobre donde congregar, y elegir luego un lugar a la vera del camino para rendir tributo al Dios del Este a través del precepto del Sacrificio del Chivito."
Geertz, Clifford. La religión rioplatense, p. 27.

Pero como el barco llegó tarde, me mandé nomás y en lugar de parar en el cambio me metí en un hotel al frente del shopping, medio porque era lo único que había abierto a esa hora. Ahi, pregunté y me mandaron a un lugar a 55 km (creo) de Colonia, donde me auguraban una experiencia casi mística. Como yo soy de perderme, pasarme de largo y hasta agarrar para el otro lado, insistí y pregunté de qué mano de la ruta quedaba. "Izquierda". Una vez dada las gracias por las indicaciones, pedí por el baño, y en lugar del esperado "Al fondo a la derecha", me esgrimen un "A la izquierda, por favor". Titubeo un segundo por el descoloque arquitectónico que saca el excusado de su políticamente correcto lugar, y cuando estoy encarando en la dirección indicada, remata el conserje del hotel "Porque por si no te diste cuenta, aquí somos todos de izquierda" (sic.).

Me subí al auto y arranqué, tranquilo de que ahora que somos todos de izquierda, el peaje se puede pagar con pesos argentinos, reales o dólares, además de la hasta hace poco exclusiva moneda nacional. Y me mandé por una autopista, donde para no pifiarle me mantuve siempre a la izquierda. Ahí por el km 50 se me complicó un poco porque se hizo de dos carriles, y como muchas veces pasa cuando las cosas se ponen apretadas, tuve que volver al carril de la derecha. En el km 54 ya me puse atento, a la búsqueda de un lugar popular, bien charrúa. Y en el 55 había una estación de servicio, y al frente un intento de hotel que se llama "Brisa del Mar" a la altura de Nueva Helvecia. Pero al pópulo yorugua comiendo chivito al costado de la ruta no lo veía. Di un par de vueltas revisando todos los restaurants de la zona, hasta que me animé a preguntar en la estación de servicio. Ahí me indicaron el lugar, justo al lado. "Se come bien?" pregunté... La cara de Homero Simpson babeando del muchacho me indicó que si.

El lugar se llama American Bar, y lo reconocés por la cantidad de Mercedez Benz de chapa uruguaya que hay estacionados en la puerta, a los que vez a tu izquierda cuando salís de la Colonia.

El chivito era realmente espectacular. Es un chivito de esos que no comulgan con la voluptuosidad de FerGus q.e.p.d. Es más bien sobrio, de la escuela de Los Francesitos, aunque a diferencia de este último, es más bien generoso. El pan tiene la humedad en el punto justo, y la carne se corta apenas presionando los dientes. La lechuga se merecería una emprolijada, porque ya con la "pollerita" que hace la carne alcanza para agrandarlo a la vista. Es un chivito de los "prolijos", pero digno de ser contado, y repetido.

Para la dama y el caballero que se cuida, también tenían soberbias ensaladas.

Sorpresiva también la velocidad con la que te lo sirven, rayana en la de los panchos de la Pasiva. Velocidad que importa sobremanera cuando estás juntando fuerzas para arrancar ruta (o, si estás de fiaca en Colonia, para justificar la hora que te va a tomar llegar y volver).

El lugar masomenos. Bien luminoso como bar de ruta, y así de precario y medio aturdidor. Pero uno no va ahí por el lugar, y tampoco te prometen eso. Estaba abierto bien tarde, cosa que nos viene bien a varios. Un lugar que definitivamente hay que agregar a al itinerario.

Cuando terminé de comer (que, por la velocidad del servicio no fue mucho después de sentarme) la interminable caravana de autos de chapas negras ya estaba bien adelantada, con lo que calculé que iba a tener una ruta tranquila y con pocos policías, que a esa hora ya debían estar durmiendo la mona de tantas multas por alta velocidad y portación de nacionalidad que habrán puesto ese día.

En unos días me toca de nuevo, y la onda también es por la costa. Me intriga si entre Atlántida y Punta hay algo que vale la pena...

PD: Las fotos las saqué con el celular que me robaron el viernes. Les pido disculpas a todos por el percance, y los invito a elevar sus plegarias al Dios del Este para que el desgraciado que me lo robó se muerda los pulgares comiendo un lomito podrido en la costanera, se le infecten, se le gangrenen, y tengan que amputérselos, imposibilitándolo a mandar SMSs de por vida. Amén.

Y otra: Milonguero, creo que este es el lugar que preguntabas.